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martes, 21 de febrero de 2012

Levántate.

La luna, que se encendía de noche y movía el mar, cayó en él. Ahora es golpeada por las olas, unas más grandes, otras más saladas. Sin poder hacer más que recibir sus golpes, traga su agua. La que queda en su superficie se evapora por el sol, que ocupó su lugar en el cielo, y sólo queda la sal, que se acumula y hace la luna más grande.
El sol la mira y no espera nada de ella, que sigue recibiendo. El sol la mira y la ve tranquila, siempre sentada en el mar, siempre tragando. Pero nunca se pregunta qué hace allí, ni si le gusta, ni por qué no está en el cielo con él. Se ha acostumbrado desde un día que salió y la vio así, y ya hace tiempo que dejó de mirarla constantemente. Se ocupa de otras cosas, ve mucho más y  se divierte mucho más que con esa escena sin secretos, repetitiva, previsible.
¿Quién puede culparle de olvidarse de un tonto satélite caído, incapaz de cambiar su absurda situación? Y el caso es que la luna ya no sale por las noches, porque sigue en remojo, quieta, sin devolver las olas, que no se cansan nunca.
Luna, despierta, levántate.


=) (R)

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